Seguidores

jueves, 30 de diciembre de 2010

Nunca sabemos lo que tenemos.


- ¡Por fin!
- ¿Qué?
- Que por fin te encuentro. Está todo el mundo buscándote ¿sabes?
Se sentó junto a mí.
- Pues que me busquen. Me dan igual. Me da igual todo. Ojala pudiera irme y no volver.
- ¡Eh! Y yo ¿qué? Que harías sin mí.
- Apañármelas.
- Venga eso no te lo crees ni tú. ¿Quién te consolaría?
Me giré y mi mirada se cruzó con la suya. Con esos ojos color cielo, que siempre estaban ahí en los momentos que más lo necesitaba. Él era mi amigo de la infancia con el que podía confiar y en ese momento sentí que algo se movía por dentro. Mi corazón empezó a latir con más fuerza y mi respiración se entrecortaba.
- Bueno… la verdad no, no sabría que haría sin ti.
- Pues claro que no.- Me rodeo con sus brazos y me atrajo hacía él.- ¿Estas así por el imbécil ese?
- En realidad es por todo, pero se podría decir que sí.
- Ese es un capullo que no ha sabido apreciar lo que tenía delante.
- No exageres, no soy perfecta ni mucho menos. A lo mejor es culpa mía.
-Te gusta decir tonterías ¿no? ¿Cómo va a ser culpa tuya si eres una persona maravillosa? Tienes un corazón que no te cabe en el pecho y hay mucha gente que te aprecia por como eres, no tienes por que fingir ser otra persona.
- Dudo mucho eso.
- Pues delante de ti tienes a una. Además tengo que decirte una cosa, creo que no es el mejor momento pero estoy enamorado de ti desde el primer momento en el que te vi.
Lo miré. Sentí como mis mejillas se ruborizaban. Era lo que siempre había querido y nunca me dí cuenta de que lo tenía más cerca de lo que creía. Siempre había imaginado que sería alguien diferente y ahora me doy cuenta de que había estado allí. Me sentí fatal por que ahora sabía lo mal que lo había pasado por mi culpa.
-No puedo. Sé que has sufrido por mi culpa, no tendrías que haber seguido siendo mi amigo. Eres demasiado bueno para mí, deberías olvidarme y buscar a otra persona que te quiera y que sepas que no te va a ser daño.
-Ya, pero yo no quiero a nadie más que a ti. No te voy a negar que me has hecho daño pero bueno… nadie es perfecto. ¿Por qué tendrías que serlo tú?
-Pero…- Puso un dedo sobre mis labios.
-Shh.
Se acercó a mí y posó sus finos labios sobre los míos. Jamás había sentido algo parecido. Cuánto me había equivocado durante todos estos años.

6 comentarios: